Con la rutina del trabajo, la vida práctica me voy inscribiendo en esta realidad nueva, donde percibo sonidos, olores, sabores, colores diferentes que me inquietan, me llaman, me cautivan a cada instante. La experiencia porteña se transforma así poco a poco en la vida. Una reflexión cotidiana incesante me lleva a abrir los ojos sobre mi propia concepción de la realidad, aquella que me va, que me queda, en la que quepo, en la que me siento bien, en harmonía....
Tuve miedo, lo tengo aún todos los días, y de ese miedo saco retos que voy cumpliendo a medida que vivo y aprendo a vivir sin hacerme tantas preguntas, sin angustiarme demasiado, saltando los charcos de los que hablé en algún otro post con decisión, porque de eso está hecho el presente, porque finalmente pude entender que no tengo otra opción...
Peleo con la ridiculez de haber estado estancada tanto tiempo en mi propia maraña de estupideces, de vanas debilidades, simplemente por no conocerme, por no quererme, por tener miedo de descubrir que había muerto, cuando en realidad en el fondo sólo hacía falta abrir una cortina y ver la luz....
Gano la pelea mirando hacia adelante, a veces hasta llorando por la emoción de saber que puedo construir mi futuro, que lo que no puedo modificar lo modifico en mi interior, porque yo decido como percibo, como asumo la realidad impuesta...Y mirando atrás también quiero llorar, llorar por la emoción, el alivio de haber podido entender que se puede decidir que ya no más, que ya no más muerte en vida...
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